jueves, 9 de enero de 2014

La enseñanza como apertura de mundos




El 2013 para mí fue El Año de la Enseñanza. Desde que dejé el blog en hiatus tuve la suerte de experimentar con la docencia en diferentes niveles, como ayudante en la siempre fascinante y experimental Cátedra de Datos en Sociales hasta prácticas de la enseñanza en un profesorado de educación primaria en provincia de Buenos Aires. Por eso es que mi primera entrada en este relanzamiento del blog trata sobre el tema de la enseñanza.


Ahora bien, no hay que ser un especialista para saber que la educación tal como es comunmente concebida no está funcionando como debiera. Y existe muchísima gente buscando alternativas. Así que desde este humilde lugar trataré de proponer otro ángulo más para pensar el problema de la enseñanza.


Existe una concepción de la enseñanza donde lo importante es la transmisión de contenidos al alumno. La idea de que el docente posee un conocimiento concreto que el alumno no posee y que puede codificarse en una serie de ítems pasibles de ser evaluados. Estrictamente hablando, esta concepción ha dejado de ser popular hace décadas, y existen pocas personas que la defiendan de la boca para afuera. Pero, a la falta de algo mejor que hacer, esta concepción de la enseñanza como transmisión de contenidos discretos es un punto de referencia fijo, a veces es el piso, y otras veces el techo.


Otra manera de entenderlo es que cuando se enseña no solo se estan transmitiendo conocimiento fácilmente cuantificable sino que ademas el docente está modelando para los alumnos modos de ser y actuar respecto al conocimiento. No existen los contenidos aislados, sino que son valiosos en tanto interactuan o inciden sobre nuestros mundos. Y un docente que no posea, o que no modele para los alumnos, mundos mas alla de lo estrictamente docente, esta dando una imagen pésima del conocimiento.


En un artículo anterior hablé de mundos imaginarios, designando así la neblina de realidad aumentada en la que vivimos los seres humanos, superpuesta sobre la realidad prosaica. Ideologías políticas, pasiones musicales, sistemas filosóficos...todos ellos cuentan como mundos imaginarios que todos habitamos en mayor o menor medida. Llamamos mundos a aquellos enormes aglomerados de sentidos, sin distinción de jerarquías a priori. Los seres humanos habitamos múltiples mundos en cualquier momento dado. Algunos son compartidos, otros se rozan sólo tangencialmente.


Es fundamental en el docente el cultivar sus propios mundos, y desarrollar un agudo sentido de los mundos que habitan sus alumnos. Si no, se enseña un conocimiento mudo y ciego, autista. Los contenidos los alumnos los retendrán en base a sus propias necesidades, pero nada puede reemplazar el aprender sobre diferentes mundos. Estos mundos no pueden ser hablados y explicados, solo pueden ser señalados. Siguiendo a Wittgenstein, no buscamos que un alumno solo pueda repetir ciertos ítems discretos de un programa, sino que se busca que haga propios otros mundos.


Esta comprension holística no puede ser enseñada o transmitida, solo modelada y ejemplificada para los alumnos. Un docente que no pone en juego sus mundos, que no se enriquece y se hace mas espeso difícilmente pueda hacer más que trasmitir las mínimas exigencias de un programa, que de ser piso se vuelve techo.


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